Como podríamos saber a dónde
vamos si ni siquiera sabemos aún a donde llegaremos. La vida a veces consiste
en eso, trazarte metas, a corto medio y largo plazo. Gozando de lo que puedas
por el camino, pero cuando saber si el camino se acaba a medio camino o
simplemente se esfuma.
Carlita, en
sus 17 años, cursando primer año de medicina, lo único que quería era ser una
gran medico y pertenecer al grupo de personas que día a día se esfuerzan por
aliviar el dolor ajeno. Ella tenía la vida trazada, metas hechas, donde iba a
hacer internado, residencia y demás, lo sabía llevar bien, las clases, la ayuda
comunitaria, casi todo iba bien con ella, su tiempo organizado y parte de su
vida ya arreglándose con el tiempo.
La hicimos!
- Le dije esa tarde mientras vimos
nuestra última nota que nos faltaba, pasamos a otro año más, ella con las
mismas aspiraciones e intentando cambiar el desorden de las mías.
Continuamos
en verano ella inspirada por su cariño a los demás, llevaba catequesis a niños
de un distrito pobre de Trujillo. Entre mensajes y llamadas, supe que estaba
enferma, “Nada grave” – me decía, mi madre es una exagerada o quizá yo más que ella.
Entonces
llegaron las clases “No había tiempo”, yo decía. Mientras ella me miraba con
ojos cansados y medio sonriendo “El tiempo siempre está ahí”.
Poco cansado
por unas clases agotadoras, yo preocupado por ella, ella preocupada más por mí.
Pasó el primer mes de clases. Le diagnostican leucemia, “cáncer” – me dijo entre
lágrimas esa misma noche. No hay sentimiento para describir lo feo que se debe
sentir, ser bueno y tener toda tu vida planificada y ahora no saber a dónde ni por donde ir.
Entonces,
solo atiné a decir lo que todos dicen “Te vas a mejorar, yo sé que tú puedes”
pero lo dije enserio, que de poder dar algo, lo hubiera dado todo.
Pasaron el
tiempo, primera, segunda, tercera quimio. Lo único que quería era que no se
sienta sola, pasaba a verla cada vez que podía, intentábamos pasar a UCI de
imposibles maneras, pero pasó; un día después de todo me manda un mensaje
“Feliz Día del amigo” decía, entonces supe que todo había pasado y que todo iba
a ir bien. Fuimos a verla, muchas veces, la serenata de hallowen, las cartas de
todos, su cumpleaños un poco improvisado y una bandeja de mensajes llena otra
vez.
Los rulos le
volvieron a crecer y con ellos todas sus ganas de estudiar y de vivir, esas que
siempre tuvo, volvió a la universidad con esa sonrisa que siempre le
caracterizaba. A veces era algo extraño comentar sobre su enfermedad;
omitíamos el tema y seguíamos como si nunca hubiera pasado, ella seguía siendo
la misma de siempre.
Hasta ahora
recuerdo el “En noviembre acabo mi tratamiento” y la cara de emoción que le
ponías, el empeño de vivir y salir adelante.
Entonces
llega la peor parte de esta historia, corría el 27 de Agosto del año pasado
entonces las cosas empeoraron. “Al parecer ha recaído” – me dijo tu madre
intentando no llorar. Dos semanas después todo sale de control y pasó. Ahora en
donde estés sé que sigues haciendo las cosas realidad. Entonces ahora entiendo que lo importante
en la vida no es el destino, sino el viaje... los retos que afrontas por el camino, los giros inesperados, las decepciones
que superan, los amigos que ganas ya sea en medio siglo de vida o en unas pocas décadas.

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