lunes, 17 de septiembre de 2012

Intraoperatorio

Y dentro de la operación, con todas las ganas de ver algo. Claro que acá la anatomía no es como en los libros detallados de secundaria, son un poco más pequeños y rodeados de gracias y demás tejido que se pueda encontrar sosteniéndolo. 
Entonces estaba claro, el olor de la carne quemada entraba claramente a través de la mascarilla (sí, es un olor entre pelos y grasa quemándose), nada agradable para mi gusto y eso era solo piel. 
No tocar nada, no tocar nada, no tocar nada - me decía a mi mismo. Moría de sueño, ya que con Britta (la alemana) salíamos todos los días, también no me parecía dejarla sola. 
Adentro, el frío (gracias quien quiera que haya inventado el aire acondicionado) era gélido, a prueba de dormilones.
La operación ya había comenzado hacía media hora, pero aún faltaba mucho por disecar (separar ese tejido adiposo y conectivo de los órganos, para que no se los corten de casualidad). Luego de un par de parpadeadas y conversaciones poco usuales con mi nueva amiga, pasó una hora y aún no iban en la mitad de la operación. Enserio? me decía, seré cirujano y pasaré años así?
Luego de ver exitosos nudos y clampadas, por fin podía inferir que el siguiente paso era separar al útero de la pelvis, ya iban media hora más, entonces salio muy pequeño, era casi una pera, igual como los libros dicen, entonces me dije y le dije a mi compañera: "Ya se acabó!". Pues no, Aún faltaba la hemostasia, cerrar capa a capa (cosas que para ese tiempo, yo ni sabía el nombre).
Mientras yo y Cori moríamos de cansancio, pasó lo que siempre pasa en sala, cayó una gasa llena de sangre. Cori en acto reflejo de esos que tenemos todos al ver que se le cae algo a alguien, es inevitable "Queremos recogerlo", entonces ella se agacha. 
Entre mi sueño y cansancio,  mi mente se puso a mil. No podía dejar que ella recoja esa gasa, no tenía guantes y estaba seguro que si hacía eso, los gritos y un "retírense  por favor" iba a ser nuestro final, mi dilema era decirle No!, a lo que el doctor voltearía y se daría sería lo mismo (porque al final no solo te culpan por acciones, sino también con intensiones), entonces sutilmente con mi bota poco estéril la medio pateo en mano y me mira (al parecer, estaba dormida y lo hacía por impulso). Creo que eso selló nuestra amistad. Y con media hora más de pie y para suerte nuestra otra operación luego, ahora solo comentábamos y nos reíamos con los chistes morbo-sexuales de los doctores.
Interesante pero bonito, chiste venía e iba, mientras las operaciones se acercan más a su fin, va disminuyendo el estress en la sala y todo se va volviendo más rutinario hasta que acaba y es un alivio, si todo sale bien...

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